La acogida a jóvenes sin papeles

La acogida a jóvenes sin papeles

Cada año llegan a las costas españoles cientos de personas huyendo de las duras condiciones de vida que deben afrontar en sus países de origen. Muchas de estas personas son menores que, muy a menudo, llegan solos y sin recursos. Por ello, en nuestro país contamos con una red de centros encargados de dar acogida a estos jóvenes para que puedan disfrutar de buenas condiciones de vida.

Grupo el Castillo es una empresa española fundada en 1986 propietaria de varios de estos centros. Además de dedicarse a la asistencia a menores, también hace frente al cuidado de personas en situación de dependencia como ancianos o minusválidos. Para ello dispone de numerosos centros repartidos por la Comunidad Valenciana y Murcia.

En cuanto a la asistencia a menores, coordina cuatro tipos de centros: centros de menores en protección, centros de reeducación –comúnmente conocidos como reformatorios-, centros especiales educativos y las MENAS (Menores Extranjeros No Acompañados), que se encargan de acoger a los menores que llegan de manera ilegal al país.

La ubicación de estos centros no se comparte públicamente. Esto se debe a que se trata de proteger a los niños que residen en ellos, que, al haber llegado a España solos y sin documentación a través de mafias, pueden estar en peligro.

Estos menores, como señala el coordinador del Grupo el Castillo, José Luis Sánchez Luis, “cuando llegan aquí, lo hacen con unas expectativas que no son reales. Se esperan encontrar algo que no existe, que no hay”. Por esto, muchas veces quieren continuar el camino y otras deciden quedarse en las MENAS, porque, según José Luis, “somos capaces de explicarles la realidad y hacer que aprovechen la oportunidad que les están dando por ser menores”.

Dentro de estas MENAS podemos distinguir los centros de recepción. A ellos puede acceder cualquier menor extranjero que llegue a España. Una vez que desembarcan en las costas españolas, la policía les hace una reseña, son sometidos a un examen médico realizado por Cruz Roja, el forense determina su edad y, si son menores, pasan a estar tutelados por la administración, que los lleva a estos centros.

Allí, se les inicia en un proceso de integración, un proceso para que después puedan tener los permisos necesarios, el conocimiento necesario del lenguaje y la cultura española, del sistema educativo nacional, etc.

A ninguno de estos jóvenes se les puede negar el acceso a los centros de recepción porque, como indica Sánchez Luis, “La Administración tiene la obligación de dar respuesta a cualquier menor que entre en el territorio español”. El coordinador señala que esto hace que, en ocasiones, se vean desbordados, pues “los recursos son limitados y muchas veces llega una gran cantidad de personas y hay que habilitar recursos de manera urgente”.

El día a día en los centros de recepción es complicado, porque depende de si el centro lleva estable un tiempo o si se ha recibido un gran número de jóvenes. Si ocurre lo que sucedió hace cuatro semanas aproximadamente –llegaron a la costa de Cartagena 500 personas, de las que más de 40 eran menores-, la rutina del centro se ve alterada, ya que hay que vestirlos a todos, asearlos, darles de comer…

Cuando no es así, los residentes tienen un horario para levantarse, desayunan, comen, asisten a clases, hacen deporte, se organizan salidas, etc. Si están en edad de escolarización se trata de empadronarlos y escolarizarlos en la zona, para conseguir integrarlos. Si no lo están, se les pueden brindar otras actividades, como aprender el idioma en el centro o realizar tareas de formación profesional. Así pues, se trata de que, dentro de lo que cabe, estos jóvenes lleven la vida propia de los niños de su edad.

 

 

Dado que los menores acogidos provienen de lugares con lenguas y culturas muy diferentes, puede resultar complicado ayudarles. Para conseguirlo, entran en juego los llamados mediadores interculturales que, no solamente conocen el idioma que hablan los menores, sino que además conocen las diferencias entre las culturas y son capaces de acercar esas diferencias para conseguir una mejor integración.

A pesar de la labor tan beneficiosa que llevan a cabo, la estancia en los centros de recepción se limita a 45 días como máximo. A partir de ahí, los jóvenes pasan a centros de protección para iniciar su camino dentro de España. No obstante, en otros casos puede suceder que los menores tengan familiares que los recojan o que aquellos para los que España no era su destino final, continúen su camino –siempre autorizados por el fiscal de menores-.

Los centros de protección, sin embargo, tampoco proporcionan una estancia ilimitada, sino que solo los pueden mantener hasta su mayoría de edad. Sánchez Luis apunta que esto puede dejar a los jóvenes en una difícil situación porque “a los dieciocho años y un día abandonan el centro y tienen que tener los recursos personales necesarios para poder continuar y ganarse la vida”.

Por este motivo, les es muy difícil, por ejemplo, continuar sus estudios en la universidad, ya que para ello se necesitan una serie de recursos con los que no suelen contar. Por ello, a través de su fundación, Grupo el Castillo trata de dar becas para continuar con los estudios universitarios a aquellos chicos o chicas que destaquen en el ámbito académico.

Finalmente, obviando el corto periodo de tiempo que puede durar la estancia de un joven extranjero en las MENAS y la escasez de recursos con la que puede contar tras salir de un centro de protección, es destacable la amplia red de centros de recepción y protección con la que cuenta España, pues cada comunidad autónoma costera debe contar con alguno de los primeros y todas las comunidades sin excepción, con alguno de los segundos. De esta forma, se asegura el acogimiento, la ayuda y la protección a estos niños que llegan en condiciones nefastas y sin recursos.

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Laura Jordà Tomás

4t de Publicitat i Relacions Públiques. Perfil dinàmic i creatiu. A més, clarinetista en projecte.

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