¿Conoces la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional es una cuestión que, sobre todo últimamente, ha estado de “moda” en estudios del ámbito psicológico. Esto se debe a que muchas investigaciones han confirmado que es una habilidad fundamental que ayuda a tener éxito en la vida. Se ha evidenciado que una mente “sana” contribuye tanto al bienestar personal y al desarrollo de la empatía, como a tener mejores relaciones sociales y a disminuir el riesgo de sufrir síntomas de estrés, ansiedad y depresión.

Sin embargo, sigue siendo un concepto desconocido para la mayoría de las personas. Existen dos ramas profesionales que proporcionan una definición de “inteligencia”. Por un lado, Spearman propuso en 1927 que la inteligencia era “la combinación de diversas habilidades mentales”; mientras que otro autor, Thurston la criticó y estableció la existencia de siete habilidades primarias diferentes: “significado verbal, rapidez perceptiva, razonamiento, número, memoria repetitiva, fluidez de palabras y visualización espacial”.

Han aparecido otras definiciones posteriormente, teniendo éstas dos como base, pero es cierto que no es una idea fácil de comprender, puesto que hablamos de algo abstracto más que físico y concreto; por ello es incluso más complicado entender el significado de “inteligencia emocional”.

Muchas personan no conocen la definición del concepto “inteligencia emocional” y pueden confundirla con la inteligencia intelectual. Es por ello que es necesario, primero, establecer la diferencia entre los dos.

El Mainstream Science on Intelligence propuso una definición de inteligencia intelectual, corroborada por más de 50 investigadores: “es la habilidad de razonar, resolver problemas y conflictos, pensar de forma abstracta, planear”.

Daniel Goleman, un psicológico, periodista y escritor estadounidense, define inteligencia emocional en su famoso libro, Emotional Intelligence publicado en 1995, como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones” en la que diferencia dos ramas: la “capacidad para la auto-reflexión (identificar las propias emociones y regularlas de forma apropiada)”; y “la habilidad para reconocer lo que los demás están pensando y sintiendo (habilidades sociales, empatía, asertividad, comunicación no verbal…)”.

Es cierto que existen muchísimos test que valoran el cociente intelectual (CI), basadas en algunas teorías de distintos autores, como Alfred Binet, que fue el primero en en presentar el primer test de inteligencia en 1995. Sin embargo, otros autores, como Gardner y Sternberg sostienen que los test de inteligencia solo miden una parte de ésta, mientras que las otras partes pertenecen a la inteligencia emocional o sociabilidad del individuo, que no puede ni medirse ni calificarse con el CI.

En la inteligencia emocional intervienen muchísimos factores, como ser conscientes de nuestros propias emociones y pensamientos, así como tener la capacidad de controlarlos de una forma adecuada ante situaciones de estrés o de excesiva euforia, por ejemplo. Cada individuo nace con unas ciertas características y un tipo de personalidad que, en función del entorno (familiar y de la sociedad) en la que se crezca, el desarrollo del ámbito psicomotriz, es decir, la interacción que se establece entre el conocimiento, la afectividad y la capacidad de expresarse y relacionarse con el mundo que lo rodea, será diferente.

A raíz de ello, es importante diferenciar entre los estilos de comunicación asertiva y agresiva, relacionándolo con la inteligencia emocional. Asertividad se entiende como el comportamiento de comunicación maduro en el que el individuo no se somete a la voluntad de otras personas, pero sí tiene en cuenta la opinión y los sentimientos de con quién se comunica a la hora de expresar sus convicciones. Mientras que dialogar de forma agresiva hace referencia a la situación que se da cuando un individuo obvia e incluso ignora las opiniones de los demás.

Por ello, un buen desarrollo de la inteligencia emocional incluye un gran nivel de empatía hacia los demás, puesto que ésta se necesita para reconocer los sentimientos del resto y comprenderlos mejor.

Es mucho mejor que, antes de decir algo de una forma que pueda ofender a alguien, ponerse en la piel de éste para poder entender cómo se sentiría y buscar otra formas de decir las cosas sin hacer un daño innecesario. Eso es la inteligencia emocional: saber adaptar las emociones a las situaciones presentes e interpretar las del resto para adaptar la forma de actuar en cada situación.

Sin embargo, para trabajar la empatía primero es necesario trabajar la autoestima. Es decir, no debemos centrarnos solamente en las emociones de los demás, sino que debemos procurar aprender a gestionar las nuestras y no olvidarnos de nosotras mismas, porque aunque el aprendizaje emocional se enfoque más desde una perspectiva de agradar a la sociedad, también está bien conocer nuestro interior y saber qué sentimos y qué no, pues es primordial conocerse primero a una misma.

 

Con el propósito de que, desde bien pequeñas, sepan gestionar sus emociones y entender las de los demás, la inteligencia emocional debería formar parte de la educación básica de los niños y niñas, para facilitar así su desarrollo emocional. Al fin y al cabo, se trata de encontrar un equilibrio entre lo que nos hace felices y el trato hacia el resto.

 

NaymaLC8

1º de Publicidad y RRPP

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