Siglo XXI y machismo

Siglo XXI y machismo

El movimiento violeta va en aumento en una sociedad en la que el 30% de los hombres violarían a una mujer.

Vivimos en un país en el que un grupo terrorista durante 60 años ha matado a menos personas que la violencia de género. Según datos del ministerio, en los últimos 16 años en España han muerto 974 mujeres por violencia de género, mientras que ETA durante su existencia mató a 829 personas. El problema no son los 525.830 hombres que maltratan, ni los 67 que matan cada año, el problema de la violencia de género es el machismo que los alimenta a todos ellos y al resto de la sociedad. Un machismo que lleva a que el 3% de la población de la UE manifieste que la violencia de género está justificada en algunas ocasiones, y que un 1% afirme que lo está en todas las ocasiones.

Este año el 8 de marzo, con la Huelga de Mujeres, y la sentencia de la Manada, que definieron los hechos probados como “abuso” y no como “violación”, han marcado un antes y un después en el movimiento feminista español. Desde ese momento la sociedad presenta un creciente sentimiento de sororidad, hay movilizaciones tras cada acto de violencia y hay un gran apoyo a las víctimas.

Todo comenzó en, cuando el fallo judicial impuesto a un grupo de hombres que se hacían llamar “La Manada” se redujo a “abuso sexual”, cuando en realidad, sus miembros habían sido los autores de una violación grupal a una mujer, lo que es un delito mucho más grave. A raíz de la decisión tomada por el tribunal se generó una gran polémica y miles de personas salieron a las calles a protestar. La representante del movimiento feminista declaraba “es una respuesta clara, no sólo a esta sentencia sino a la violencia patriarcal que sufrimos las mujeres diariamente».

Solo fueron 9 años de cárcel los que les fueron imputados a los 5 sevillanos que, juntos, violaron a una mujer de 18 años durante las fiestas de San Fermín en 2016. No siendo suficiente con violarla, le robaron su teléfono móvil y grabaron videos, los cuales fueron evidencia clave para el caso.

Este caso que desató la difusión del hashtag #Cuéntalo, siendo quizás el mayor logro del movimiento feminista surgido de estos episodios. Supuso la ruptura del silencio por parte de centenares de mujeres sobre acosos, abusos y agresiones que durante años habían permanecido en la intimidad. Cada vez son más las que, respaldadas por él movimiento violeta, se atreven a denunciar públicamente a aquellos hombres que han abusado de ellas.

Bajarse la falda para enseñar menos las piernas, ir en grupo o tener marcado un número de teléfono en el móvil por si hay un extraño en el portal son prácticas habituales para muchas mujeres. Temen el acoso callejero, una práctica que incluye episodios de microviolencia como miradas intimidatorias o piropos, y puede desembocar en fotografías no consentidas, persecuciones o agresiones sexuales. Los hombres no sienten el miedo de volver a su casa a las seis de la mañana solos, no saben lo que es sentirse así porque nunca lo han vivido y muchos llaman feminazis a las mujeres simplemente por querer salir cuando y a donde quieran y no tener que estar pendientes de si vuelven solas a casa o no. No es justo que por ser mujer tengan que aguantar esa situación, el cruzarse de acera cuando se encuentra con un grupo de chicos porque saben, que le van a decir algo, que si a dónde vas sola a esas horas, que si necesita compañía y mil comentarios más.

Massil Benbouriche, investigador de psicología y criminología, en su tesis doctoral para la universidad de Rennes (Francia) realizó un estudio para ilustrar su tesis la influencia del alcohol y de la sexualidad bajo consentimiento.  quería estudiar es si a los hombres les afectaba más el alcohol en su adherencia a la ‘cultura de la violación’, y sus resultados pueden parecer escandalosos.

El investigador juntó a 150 hombres con edades comprendidas entre los 21 y 35 años. Un 40% de ellos eran estudiantes, el 50% trabajaban y el 10% restante se encontraba en paro. Ninguno presentaba problemas mentales ni había agredido sexualmente a mujeres en el pasado. Los hombres fueron repartidos en dos grupos: uno de ellos bebió alcohol hasta alcanzar un 0,08% de alcohol en sangre y el otro grupo se mantuvo sobrio. También les expuso en una situación hipotética en la que dos desconocidos comienzan a besarse, pero ella empieza a mostrar cierta disconformidad a seguir adelante. La mitad de los sujetos fueron expuestos, además, a un vídeo de «naturaleza pornográfica» para comprobar sus efectos en la disonancia cognitiva. Y finalmente se les planteaba una pregunta, si ellos fueran el hombre de esa situación y estuvieran totalmente seguro de que la mujer nunca los denunciaría y nunca lo perseguiría la justicia, ¿cuáles serían las posibilidades de tener una relación sexual con la chica, aunque ella no estuviera de acuerdo?

El 50% de los hombres dijo que utilizaría amenazas, manipulación o intoxicación para tener sexo con una compañera femenina que no dijera que NO a pesar de que mostrara síntomas de desagrado, y el 30% forzaría el acto sexual si estuviesen seguros de que la víctima no lo denunciaría.

La conclusión a la que llegó Benbouriche fue que uno de cada tres hombres violaría si no hubiera consecuencias, independientemente de si han consumido alcohol o no. Por lo tanto, es hora de que se deje de usar el alcohol como excusa o atenuante. Y que empecemos a recordar que el alcohol no provoca las violaciones; son los violadores los que las causan. De manera que si la violación sigue siendo banalizada es porque hay fallos en cuanto a la educación de los chicos. Es primordial sensibilizarlos sobre el principio del consentimiento para poner fin a las violencias sexuales contra las mujeres.

El problema de las situaciones no es solo de los hombres violadores, es culpa de una sociedad machista. Tanto hombres como mujeres siguen dando vida a una sociedad retrógrada e injusta. Son el comienzo de lo que posteriormente podría terminar con una muerte o violación más en las estadísticas. Estas actitudes, a menudo presentes en los micromachismos, se basan en un autoritarismo dañino. Resolverlo, y huir de este tipo de mentalidades es responsabilidad de todos.

Los hombres y mujeres machistas están presentes en nuestro día a día. Están en nuestras familias, en nuestros trabajos y entre nuestros amigos. Es más, puede incluso que hasta nosotros mismos seamos uno de ellos. Una de esas personas que practican y perpetúan el machismo sin apenas darse cuenta, puede que incluso denunciemos de forma abierta la desigualdad y la violencia a la mujer, y sin embargo, podemos caer en las trampas del machismo en el que menos nos lo imaginamos. Estas actitudes no son algo innato. Aprendemos a leer, a escribir o a usar las nuevas tecnologías, y las personas también “aprendemos” a ser machistas. Algo que hay que cambiar.

La sociedad patriarcal nos va instaurando unas actitudes de supremacía masculina. Un ejemplo claro es la publicación de la revista Science en la que se realiza una investigación que demuestra que las niñas se creen menos brillantes que los niños desde los seis años.

Eliminar completamente estas actitudes no es nada sencillo, pero movimientos como #Cuéntalo les dan visibilidad y hacen más consciente a la sociedad del problema que tenemos. Estos movimientos cumplen con la necesidad de dar apoyo a las mujeres y animarlas a ser valientes y demostrar que no están solas. Además, hacen perceptible una realidad que por muy horrible que sea sigue existiendo. Actualmente la discriminación violencia, sexualización o abusos hacia la mujer están dejando en evidencia a los individuos que lo realizan. Y las voces que están luchando contra estas actitudes van en aumento.

Si nos liberamos de la atadura del machismo viviremos en una sociedad mejor en la que todos tendremos mayor libertad. Porque a pesar de que hay quien piensa que existe bastante igualdad, sólo tiene que mirar a su alrededor y verá que por todas partes hay actitudes que demuestran la falta de equilibrio. El machismo está en el cambiador de bebés en el baño de mujeres, está en el tío que pregunta en navidad a la sobrina por el novio, está en el decir que te han dejado de niñera, está en darle dos besos a una mujer y la mano a un hombre, está cuando un hombre dice que ayuda en las tareas de casa, está en las revistas de moda y sociedad en una peluquería, está en muchísimos lugares. Y también en los medios: está en ese anuncio en el que las niñas juegan con muñecas y los niños con coches y también está en esa música que bailamos, pero cuyas letras nunca escuchamos.

Finalmente recordemos que el cambio social solo será posible si todos formamos parte de él tomando consciencia de la falta que nos hace la igualdad, el respeto y una justicia real.

 

 

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Laura Jordà Tomás

4t de Publicitat i Relacions Públiques. Perfil dinàmic i creatiu. A més, clarinetista en projecte.

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