«The simpsons Guy», el crossover definitivo se queda en un guiño

La esperada unión de las dos series de animación actuales más vistas fue el comienzo de la temporada número 13 de “padre de familia”. Un capítulo que muchos fans llevan esperando desde que se anunció, y que ha creado tanto seguidores como detractores. Esto es algo muy normaldebido a que el crossover formaba parte de la serie de los Griffin, cosa que a la familia Simpson no le convenía demasiado…¿o sí?

El capítulo (que dura40 minutos) empieza de una manera normal, se plantea un caso por el cual los Griffin tienen que abandonar la ciudad. Es  entonces cuando la gamberra familia llega a Springfield. Es aquí cuando los fans empiezan  a comerse las uñas por ver de que manera son representadas las primeras apariciones de  los personajes amarillos.  A estas alturas, transcurrido unos quince minutos la cosa avanza  de una manera normal, y no es hasta que transcurre lainstancia en casa de los Simpson,  cuando las cosas empiezan a desbaratarse…

El capítulo  forma parte de la ficción de Seth Macfarlane, por lo que el humor utilizado es  algo más bruto y tosco del que Groening suele emplear. Para empezar, al ser tantos  personajes no es fácil seguir una guía de ellos en una misma historia, sus gracias se pierden y sus momentos pasan desapercibidos. Lo único que realmente destaca a estas alturas son los numerosos gags que se lanzan ambas series con tono irónico y que forman parte de la gracia especial de éste capítulo, al parecer la única propiamente llamativa.

Finalmente llega el momento que todos esperamos, el enfrentamiento, ambos padres de familia mano a mano en una batalla campal que inmiscuye a medio pueblo. Una pelea que debería ser el colofón del episodio pero que se queda en un globo mal hinchado réplica de las famosas peleas que ocasiona Peter con el pollo gigante, aunque sin menos gracia.

Por lo que, para terminar, podemos deducir que estamos ante un episodio que podría haber marcado un antes y un después en la historia de la televisión, pero que se queda en una anécdota mal empleada que solo trae un particular número de gags a sus espaldas y que sin duda, ha sido una manera de desperdiciar una buena idea en común y convertirla en un reclamo únicamente publicitario.