Van a clase o trabajan por la mañana y por la tarde, salen con sus amigos. Algunos tocan instrumentos, otros prefieren montar en monopatín. También pasan tiempo con sus familias. Pero lo más importante: dedican una parte de su día a ayudar a los demás. Ellos hacen todo eso con una sonrisa, y no, no son superhéroes. Simplemente son jóvenes y disfrutan de la vida como cualquier persona de su edad. La diferencia reside en que ellos están hechos de una pasta especial. La del voluntario.