La educación emocional: la gran olvidada de la educación
Las emociones también se aprenden. Durante años, la escuela se ha centrado en enseñar matemáticas, ciencias o lengua, olvidando algo esencial: la educación del corazón. En una sociedad que avanza a gran velocidad, la gestión de las emociones sigue siendo una asignatura pendiente.
La educación emocional no debería considerarse un lujo ni una moda pasajera, sino una necesidad urgente. Aprender a reconocer, comprender y manejar nuestras emociones es fundamental y muy importante para nuestro bienestar personal y social. Según la UNESCO, las competencias emocionales son tan importantes como las cognitivas para el éxito académico y vital.
Sin embargo, el sistema educativo en España todavía no ha integrado plenamente esta dimensión. En la mayoría de centros, la educación emocional depende de las ganas de algunos docentes más que de una política educativa.

Muchos estudios confirman que un clima emocional positivo en el aula favorece el aprendizaje. Los alumnos que están emocionalmente equilibrados muestran mayor empatía, cooperación y motivación. Pero para conseguirlo, el profesorado necesita formación específica. No basta con dedicar una única tutoría al tema, hace falta una estrategia educativa que impregne a todo el currículo.

En una era dominada por la tecnología, enseñar a sentir y convivir se vuelve más importante que nunca. La educación emocional no es solo enseñar a estar bien, sino también saber gestionar la frustración, el miedo o el conflicto. Formar en emociones es formar en humanidad. Si la educación nos prepara para la vida, ¿cómo puede hacerlo sin enseñar lo que sentimos?

Es hora de dejar de considerar la educación emocional como algo secundario y empezar a verla como lo que realmente es: la base de toda educación auténtica.
