Conectados, pero más solos que nunca
Cuando pensamos en la era digital, lo primero que nos viene a la cabeza es conexión: redes sociales, videollamadas, mensajes instantáneos… todo parece hecho para mantenernos cerca. Sin embargo, hay una paradoja que cada vez se hace más evidente: nunca hemos estado tan comunicados y, al mismo tiempo, nunca nos hemos sentido tan solos.
Según un estudio reciente de EFE Salud, el 70 % de los jóvenes entre 16 y 29 años ha sentido soledad en algún momento de su vida y un 25 % la padece actualmente. Resulta curioso, teniendo en cuenta que casi el 94 % de los jóvenes usa redes sociales todos los días (Statista, 2024). Es decir, cuanto más conectados estamos digitalmente, más desconectados parecemos emocionalmente.

Las redes sociales, que nacieron para acercarnos, se han convertido en escenarios de comparación constante. Nos pasamos el día viendo vidas aparentemente perfectas, cuerpos ideales, viajes, amistades infinitas. Y claro, cuando apagamos la pantalla, la realidad no siempre se parece a ese escaparate. Esa diferencia entre lo que vemos y lo que vivimos genera frustración, ansiedad y una sensación de vacío que cuesta reconocer.
Además, nuestras interacciones se han vuelto más superficiales. Es más fácil mandar un emoji que tener una conversación honesta. Recibimos likes, pero no abrazos. Respondemos a historias, pero no preguntamos cómo está realmente la persona. En un entorno tan mediatizado, la intimidad se diluye y la soledad se disfraza de actividad.
Como estudiante de Publicidad, me preocupa pensar que incluso nuestra profesión puede reforzar este problema. Las marcas buscan “enganchar” al usuario, mantenerlo frente a la pantalla, generar interacción… pero ¿a qué precio? Creo que los futuros publicistas tenemos la responsabilidad de crear mensajes más humanos, que no solo vendamos productos, sino que podamos promover conexiones reales, bienestar y autenticidad.
Quizás la verdadera revolución digital no sea inventar más formas de comunicarnos, sino recuperar el sentido profundo de la palabra “comunicar”: compartir algo de verdad. Porque la soledad no se combate con más Wi-Fi, sino con vínculos sinceros. Y eso, por muchos algoritmos que tengamos, sigue siendo lo más difícil de lograr.
