¿La Supercopa de España en Arabia Saudí?
Cada enero, los aficionados al fútbol español asistimos a un espectáculo que, más que deporte, parece un ejercicio de hipocresía. La Supercopa de España, ese torneo que nació para celebrar la grandeza de nuestro fútbol, se juega desde hace bastantes años en Arabía Saudí, simplemente por dinero.
La decisión de llevar la Supercopa fuera de España es el reflejo más claro de un fútbol vendido al mejor postor. Se nos prometió internacionalización, crecimiento, prestigio. Pero lo que en realidad se compró fue silencio y complacencia. Mientras todos los aficionados queremos ver los partidos en casa, con las aficiones y la magia de un partido entre los mejores, lo único que quieren los mandamases es lucrarse a costa de los aficionados.
Arabia Saudí, un país que no tiene nada que ver con España, que no comparte ni la historia, ni los valores, ni la religión… ¿Es merecedor de acoger un trofeo de tal prestigio cuando el fútbol ni siquiera forma parte de su cultura?
Y aquí entra en escena Javier Tebas, presidente de La Liga, el hombre que ha convertido el fútbol en un producto de consumo masivo donde el aficionado ya no es un seguidor, sino un cliente. Tebas defiende estas decisiones como si fueran inevitables, como si vender el alma del fútbol fuera el precio del progreso. Pero no lo es. Su modelo de negocio ,centrado en maximizar beneficios a cualquier coste, ha vaciado los estadios, ha roto el vínculo entre los clubes y sus hinchas y ha reducido el fútbol a una pantalla con anuncios. La gestión de Tebas como presidente de La Liga es insostenible. Todos los aficionados de España piden su dimisión, ya que lo único que hace es retrasar la evolución del fútbol español y subir los precios de los partidos.

La Supercopa de España en Arabia Saudí no es solo un partido mal ubicado, es un símbolo de en qué se ha convertido el fútbol, un deporte que cada vez pierde más el sentido de pertenencia de los aficionados y se ve más como un negocio.
Porque el fútbol, al final, no nació para enriquecer a unos pocos, sino para unir a todos. Y mientras sigamos vendiendo su esencia, seguiremos perdiendo algo mucho más valioso que cualquier contrato millonario: la esencia del fútbol.
