Cuando el miedo se vuelve rutina
Cada vez tengo más la sensación de que vivimos con miedo. No un miedo exagerado, sino esa incomodidad constante que te hace mirar dos veces al cruzar una calle poco iluminada o dudar antes de sacar el móvil en el transporte público. ¿Pero este miedo que siente la sociedad es real? La inseguridad ciudadana parece haberse colado en nuestro día a día, aunque los datos digan que, en realidad, España sigue siendo uno de los países más seguros de Europa.
Según el Ministerio del Interior en 2024 se registraron 2.456.413 delitos, una cifra muy parecida a la del año anterior. Es decir, no ha habido un gran aumento. De hecho, los robos y hurtos bajaron ligeramente, y los homicidios se redujeron en más de un 10 % en el primer trimestre de 2025. Pero hay datos que preocupan: los delitos sexuales subieron un 5,7 % y los ciberdelitos ya representan casi una quinta parte del total.
Sin embargo, hay algo que las estadísticas no reflejan: la percepción de inseguridad. Basta con entrar a las redes sociales o ver los informativos para sentir que vivimos rodeados de peligro. Muchos vídeos y titulares destacan los casos más violentos o llamativos, aunque sean minoría. El resultado es que, incluso cuando los delitos bajan, la sensación de miedo aumenta. Y eso tiene consecuencias reales: más desconfianza, menos convivencia, más distancia entre vecinos.

Creo que es importante no acostumbrarnos a vivir con miedo. La seguridad no depende solo de tener más policía o más cámaras, sino también de educación, empatía y comunidad. Si confiamos más los unos en los otros, si los barrios están cuidados, si los jóvenes tienen oportunidades y apoyo, es más difícil que la delincuencia crezca.
También necesitamos medios de comunicación responsables, que informen sin exagerar ni alimentar el alarmismo. No se trata de ocultar los problemas, sino de ponerlos en contexto. España tiene 40,6 delitos por cada mil habitantes, una cifra baja comparada con otros países europeos, y sin embargo muchos ciudadanos se sienten inseguros. Esa diferencia entre la realidad y lo que percibimos debería hacernos reflexionar.
En el fondo, todos queremos lo mismo: poder salir tranquilos, volver a casa sin miedo y sentir que vivimos en una sociedad que se cuida. La seguridad no se construye solo con leyes, sino con confianza. Porque cuando el miedo se vuelve rutina, perdemos algo más que la tranquilidad, perdemos la libertad de vivir sin mirar atrás.
