La violencia que se disfraza de broma

La violencia que se disfraza de broma

El pasado 14 de Octubre, Sandra Peña, una chica de 14 años, se quitó la vida tras sufrir acoso escolar durante meses en el colegio Irlandesas de Loreto. Meses aguantando burlas, mensajes hirientes, etc. A pesar de los esfuerzos de su madre, tras  denunciar en dos ocasiones dichos acontecimientos y presentar un informe psicológico, el centro no activó el protocolo antiacoso ni ofreció apoyo adecuado. La única medida adoptada fue cambiar a Sandra de clase, sin que ello detuviera el sufrimiento que padecía.

Suelen decir que el bullying “es cosa de niños” o que “solo son peleas de adolescentes”, pero esto no es un juego que se resuelve solo con el tiempo. La salud mental es súper importante hoy en día y un tema al cual se le debería de otorgar más visibilidad. El acoso escolar tiene un gran impacto, con efectos devastadores como la ansiedad, la depresión, el aislamiento, problemas de sueño, pérdida de autoestima e incluso pensamientos suicidas, cargando así las víctimas con heridas invisibles pero hirientes. Cada insulto, cada burla, cada gesto de exclusión deja una huella que muchas veces nadie nota hasta que es demasiado tarde.

Sandra Peña es un recordatorio doloroso de que las señales de alarma deben ser escuchadas y atendidas con urgencia, ya que los protocolos no se aplican en los centros. Según los datos difundidos por el Instituto Nacional de Estadística, desde el 2024, ha habido un aumento del 20% en el número de suicidios en los adolescentes, entre los 15 y 19 años, 76 víctimas más, lo que supone trece más que solo un año antes. Unas estadísticas arrebatadoras las cuales podrían ser evitables si se implantasen medidas adecuadas. En el caso de Sandra, la mínima medida que se tomó fue porque sus padres tuvieron que intervenir, al contrario, no se hubiese tomado ninguna medida en contra de dicha negligencia, a pesar de la joven comunicar a sus tutores su sufrimiento interno. Los centros educativos tienen un papel crucial en la prevención y gestión del bullying.

Ir al colegio puede convertirse en una pesadilla

Deben de implementarse acciones concretas, se necesita formación docente y acompañamiento psicológico. El caso de Sandra evidencia fallas graves: denuncias ignoradas, ausencia de intervención efectiva y un entorno que no protegió a la víctima. La escuela debería ser un espacio seguro, donde los estudiantes puedan aprender sin miedo y donde los docentes estén preparados para reconocer y actuar ante situaciones de acoso. La mayoría de veces los profesores prefieren mirar hacia otro lado con tal de que no haya escándalos y mantener la reputación del centro, cuando son situaciones que no se pueden pasar por alto, ya que luego acaban como acaban.

El bullying no termina cuando suena la campana, ni desaparece con un cambio de aula. Sus consecuencias pueden acompañar a las víctimas durante toda la vida. Prevenirlo implica educar en empatía, respeto y comunicación, herramientas que ayudan a crear un ambiente seguro y acogedor. El caso de Sandra Peña es un llamado urgente a que la sociedad, las escuelas y las familias tomen conciencia: escuchar, actuar y educar en emociones no es opcional, es una obligación moral. Aparte de normalizar otro tipo de ayudas como puede ser el psicólogo, ya que un niño que se siente escuchado es un niño que se siente seguro. Educar para prevenir el acoso es tan importante como enseñar matemáticas o lengua: salva vidas. Cada palabra de apoyo, cada intervención temprana, cada gesto de empatía puede marcar la diferencia. Es hora de que el silencio deje de ser cómplice y que la escuela aprenda a proteger a quienes más lo necesitan.

Emily

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