El papel de las redes sociales en el aumento de los casos de trastornos alimentarios en las adolescentes

El papel de las redes sociales en el aumento de los casos de trastornos alimentarios en las adolescentes

En los últimos años, la preocupación por la imagen corporal ha crecido de forma alarmante entre las adolescentes. Los datos recientes sobre trastornos alimentarios como la bulimia, la anorexia o el trastorno por atracón, reflejan una tendencia que no puede ignorarse. Según el Ministerio de Salud, “Es un hecho conocido que las mujeres han sufrido décadas de presión social para adaptarse a modelos de delgadez poco realista”. Este fenómeno, lejos de disminuir, ha encontrado en las redes sociales un nuevo altavoz que amplifica la cultura de comparación y el sentimiento de insatisfacción personal.

La influencia de plataformas como TikTok e Instagram resulta innegable. Los filtros, las fotografías retocadas y los desafíos virales de dietas extremas moldean la percepción de lo que se considera un “cuerpo ideal”. Esta exposición continua afecta especialmente a los más jóvenes, quienes están construyendo su identidad en un entorno donde la validación social depende muchas veces de la apariencia física. El culto al cuerpo perfecto se ha convertido en una forma moderna de aceptación social, cuando nadie puede estar seguro con certeza de la apariencia física de ningún influencer.

Estudios del Ministerio de Salud advierten que entre el 1% y el 4% de las adolescentes españolas padecen algún tipo de trastorno alimentario, mientras que, en el caso de las mujeres universitarias, la cifra se eleva al 12- 15%. Destacan, además, las fatales consecuencias: entre un 7% y un 15% de las afectadas mueren y hasta un 20% cronifican la enfermedad. Detrás de estas cifras se esconden secuelas psicológicas profundas en las jóvenes, desde baja autoestima hasta una distorsión de la autoimagen.

Las redes sociales actúan cada vez mas como un catalizador de estándares inalcanzables

La falta de educación digital y la escasa regulación del contenido que circula en redes agravan el problema. Muchos jóvenes no cuentan con las herramientas necesarias para distinguir entre lo real y lo manipulado, ni para afrontar las comparaciones constantes que fomentan estas plataformas. Es urgente promover una educación mediática que enseñe a consumir redes sociales de forma crítica y responsable.

Como sociedad, debemos apostar por espacios digitales más seguros y saludables que protejan el bienestar emocional de los adolescentes. Las redes sociales no desaparecerán, pero sí podemos cambiar la forma en que las usamos. Reconocer el problema es el primer paso para combatirlo.

Andrea Sepulveda

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