El amor en tiempos de scroll
A veces me pregunto si todavía sabemos amar. No amar como se ve en las películas, ni como lo dicen los libros. Me refiero a ese amor real que se construye con el tiempo, ahora todo pasa rápido. Nos conocemos por una app, hablamos unos días, nos mandamos memes y desaparecemos. Ya no nos rompemos el corazón. Ni siquiera da tiempo a que duela. Todo es rápido, todo es desechable.
Vivimos en la generación del scroll, donde si algo no te gusta, simplemente lo pasas. Una cara no te convence, deslizas. Un mensaje tarda un poco, pierdes el interés. Una conversación se pone seria, te desconectas. Y no lo digo como crítica desde afuera, lo digo desde dentro. Yo también lo he hecho. Yo también me he cansado antes de conocer a alguien.

Y es que estamos tan acostumbrados a la inmediatez, a la dopamina fácil, que cuando el amor exige algo más como tiempo, atención o vulnerabilidad, nos asusta. Porque nadie nos enseñó a quedarnos. Nadie nos dijo que amar también es aburrirse a veces que amar también es escuchar cuando no tienes ganas, que amar es no tener siempre un plan B esperando en la bandeja de entrada.
Lo curioso es que, a pesar de todo, seguimos buscándolo. Seguimos queriendo sentirnos vistos, escuchados, elegidos. Aunque sea por un rato. Aunque no sepamos cómo sostenerlo.
No creo que seamos incapaces de amar. Solo creo que estamos un poco perdidos. Que nos duele quedarnos sin respuesta, pero también nos da miedo cuando alguien nos responde con ganas. Que soñamos con amores profundos, pero vivimos a ras de suelo.
Tal vez amar hoy se trate, precisamente, de eso: de aprender a no huir. De quedarnos un poco más. De no pasar de largo tan rápido. De mirar más allá de una foto, de un perfil, de una primera impresión. De dejar de deslizar y empezar a sentir.

Porque aunque todo parezca tan efímero en el amor, el de verdad sigue valiendo la pena. Y no se encuentra haciendo scroll.
