¿Por qué la educación de los jóvenes debe depender del color político o de la comunidad autónoma donde nacen?
En teoría todos tenemos derecho a una calidad educativa, pero en la práctica se demuestra que no todos tienen acceso a una educación de la misma calidad. Hablamos de cambios de gobierno que afectan a la educación, como si los alumnos no fuesen la prioridad, como si se les pudiese cambiar las pautas en cualquier momento y diese igual lo aprendido con anterioridad: parece que solo importa lo que el partido que esté en el gobierno quiera que los alumnos piensen. Se trata de idiotizar, de hacer que a los cerebros de los alumnos no les preocupe pensar, solo memorizar para cumplir lo que el gobierno de turno quiere que escupan en el papel mientras ellos estén en el poder. Parece casi un adoctrinamiento más que una educación libre y gratuita.
A todo ello se suma el hecho de que no todos los alumnos españoles tienen en la práctica derecho a la misma educación. No hablamos de centros privados o públicos sino de la diferencia educativa entre comunidades autónomas. ¿Por qué los alumnos de Castilla y León o Asturias tienen derecho a una mejor educación que un estudiante de Canarias o Ceuta? Pero en cambio se sigue culpando a los centros privados, a los padres que deciden que no van a jugarse que la educación de sus hijos se convierta en un adoctrinamiento político. Y, sin embargo, no se culpa a quien decide que los presupuestos de educación se repartan al antojo de las comunidades, que no tenga un formato fijo hasta terminar cada etapa y lo puedan cambiar cada vez que entren y salgan del poder. No piensan que a los alumnos, estos cambios les toca en momentos decisivos de su educación y que un paso en falso puede cambiarles la vida.

El problema no está en los centros privados, ni en los padres que los eligen. Está en los políticos que no garantizan una educación pública de calidad y equitativa para todos, y que juegan con nuestros jóvenes y su futuro. La educación ha de dedicarse a crear mentes capaces de pensar por sí mismas, capaces de dudar, de debatir, de investigar, de tener ideas propias. Han de enseñarles a ver una imagen conjunta del panorama que tienen delante. Y eso no pueden hacerlo si solo ven la parte de la historia que cada partido quiere que vea. De de esta manera se crean robots, cuerpos sin alma que no tienen espíritu crítico no por falta de interés, sino por falta de datos, de motivación y de historia vista desde arriba, no desde un color o de otro. Lo importante no es lo que para cada uno es la verdad, o lo que a cada color le interese: importa saber la historia desde todos los puntos, saber debatir sobre ella, saber construir un pensamiento propio y no dejarse llevar por la imagen que se les quiere vender.
De la educación de los jóvenes depende el futuro. Y este futuro tiene que dejar de estar basado en el pasado. Debemos mirar hacia delante, unirnos y pelear por él. Necesitamos que las mentes brillantes de los jóvenes de nuestro país sepan que son brillantes y que tienen derecho a pensar más allá de lo que les enseñan. Han de ver el mundo desde todas las perspectivas y no verse afectados por rencillas que solo les perjudican. El pasado hay que conocerlo para no repetirlo, pero no para seguir con luchas que solo nos anclan y nos impiden avanzar.
