Así define como su misión Salvador Silva, que gracias a la fe de un matrimonio y su compromiso de ayuda a quienes más lo necesitan hicieron posible la creación de la Asociación de la Comunidad de Personas Marginadas (ACOMAR). Veintisiete años después, miles de indigentes, alcohólicos y enfermos mentales han salido de la pobreza y han retomado su vida.
Pregunta: ¿Cuándo y cómo empezó esta iniciativa llamada ACOMAR?
Respuesta: Lo recuerdo perfectamente, esta iniciativa nació un dos de febrero a las seis de la tarde hacia el año 1990. Mi mujer y yo, habíamos tenido un proceso de formación en la fe durante doce años en la Parroquia de la Inmaculada de Alicante. Yo no conocía a Dios, pero tenía deseo de conocerlo. Era una tarde lluviosa, y vimos a un pobre junto a la parroquia, yo sentí una llamada, venía de dentro y me decía: “¿Quieres conocerme a mí?, ¿quieres atenderme a mí?, ¿quieres sentir mi amor?, en la puerta de la parroquia hay un pobre. Escúchalo. Atiéndelo. Sírvelo en todo lo que necesite. Entonces, esa fe, ese proceso de fe que tú has hecho, vas a demostrármelo con el pobre, porque cuando lo atiendas a él, me estarás atendiendo a mí”.
Esto empezó con mi mujer Mercedes y conmigo. Al principio salíamos a la calle, íbamos directamente a buscar a los pobres en Alicante y nos sentábamos a su lado, hablábamos con ellos. Nos dimos cuenta de la situación de estas personas y decidimos actuar. Durante cinco años recogimos a personas de la calle, para llevarlas a un sitio donde poder dormir por la noche. Les llevábamos mantas, alimento y pasábamos casi toda la noche con ellos, hasta que amanecía.
P: ¿Con cuántos voluntarios cuenta ACOMAR actualmente y cómo estos contactan con vosotros para ayudar dentro de la asociación?
R: Esta asociación está formada actualmente por unos 130 voluntarios. Como he dicho anteriormente, al principio éramos dos, Mercedes y yo, hoy somos 130. La mayoría son jóvenes, de la universidad, de colegios privados e institutos. Contamos con voluntarios de Maristas, Salesianos, Agustinos, Calasancio, el instituto Radio Exterior…Y también personal de la parroquia de aquí del barrio. Nosotros damos charlas en algunos colegios, o les invitamos a que vengan aquí para que puedan ver de mi primera mano cómo es ACOMAR. Algunos deciden quedarse, y otros no.
P: ¿Cómo son las vidas y la situación de la gente que pasa por ACOMAR?
R: Son situaciones muy diferentes. Como siempre digo, esto no se trata de un “toma y vete”. Nosotros no solamente damos, un techo, comida, una ducha, ropa… Nosotros nos sentamos con ellos y les decimos “¿Por qué con veinte, treinta, cincuenta años, vienes a pedirnos ayuda?”, “¿qué pasa en tu vida?”. Nos responden con cosas muy distintas como por ejemplo, fracasos laborales, estoy casado/a y hubo una ruptura familiar. Estoy en el alcohol, estoy en las drogas. Tengo sida, soy enferma mental o soy prostituta. Infinidad de situaciones. Aquí comienza un proceso voluntario, que se adapta a la situación que está viviendo cada persona, para poder así ayudarla. Si nosotros le damos a la persona lo que necesita, y no nos preocupamos por cortar la raíz que atan a estas personas al inmenso campo de la pobreza, estaríamos cometiendo un error.
P: ¿Qué pasos sigue ACOMAR con las personas que voluntariamente quieren acabar con su pobreza?
R: Después de que ACOMAR ofrece su servicio a estas personas, ellos se comprometen a dar unos pasos, regulados por procesos según su situación. Por ejemplo, las personas que están dentro del campo de la pobreza no queremos que vayan a peor, sobretodo la degradación de la persona. Por ello, situamos a la persona en la fase de prevención, para que se mantenga, se trata de una fase de aclimatación a nuestra obra donde permanecerá durante un tiempo. En nuestro proyecto de intervención, además de la fase de prevención, encontramos la fase de rehabilitación, promoción y de reinserción.
Por ejemplo, las personas en rehabilitación por situaciones como alcoholismo, drogodependencia pasan a la Unidad de Conductas Adictivas de Alicante (UCA). Allí, técnicos de la administración tratan su situación para ayudarles a salir de ella. Los enfermos mentales también son trasladados a Salud Mental donde psicólogos y otros técnicos también les ayudan. Nunca dejamos a las personas solas durante el proceso, hacemos un seguimiento diario. El proceso sabemos cuándo empieza, pero no cuándo termina ya que cada persona es distinta.
P: ¿Cómo te sientes después de tantos años de lucha en ACOMAR?
R: Yo me siento genial, después de casi 28 años me siento muy feliz. No solamente estoy feliz por mi relación familiar, y mis amistades, sino también por mi relación con los pobres. Un paso muy importante para la vida de una persona es dar algo a los demás. Si todos nos encerramos en nuestro mundo interior, y no nos asomamos al “balcón” del de al lado, preguntándonos “¿Y yo qué puedo hacer?” no hacemos nada. Yo he encontrado mi felicidad aquí, y como yo, muchas más personas. Entre todos lo que estamos construyendo es un mundo más humano, más cercano, más humilde y fraterno en medio de este mundo que como ya hemos visto hay mucho odio, mucho daño, mentiras, sangre…
P: ¿Consiguen estas personas rehacer su vida?
R: Pues sí, actualmente de las treinta y dos personas que están en ACOMAR, cinco ya tienen trabajo, y eran mendigos, vagabundos sin techo. Muchos acaban con esa raíz que les ata a su pobreza, vuelven a hacer amigos, o a recuperarlos. Muchos vuelven a hablar con sus familiares. La labor que hacemos aquí hace florecer en ellos un sentimiento de querer aprovechar esta oportunidad, esta nueva vida.
P: ¿Os hubiera gustado que este proyecto hubiera sido más grande o contar con más ayudas?
R: Sí, me hubiera gustado una estructura mayor. Nuestro sitio es muy pequeño, y no hay otro por lo tanto tenemos que conformarnos con lo que hay y sobretodo aprovecharlo. El salón es para ellos y también tenemos un pequeño lugar de acogida, una cocina, y un roperito. Es poco, pero lo aprovechamos muy bien.
P: ¿Cuál es la relación de ACOMAR con Dios?
R: Cuando tu comienzas a tratar a un pobre, es como si empezaras a tratar a Dios. Este se personifica en cada uno de los pobres, y por ello sabemos que él está aquí. Esa es la fe que tenemos aquí, la fe del voluntariado. Esta obra no es mía, Dios nos puso a Mercedes y a mí para trabajar en esta obra, al igual que a todos los voluntarios, pero esta obra es de Dios. Así llevamos durante 28 años y los que Dios, quiera.