Hemingway, Fitzgerald, Steinbeck… eran jóvenes intelectuales que, influidos por las vivencias de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión, se sentían decepcionados y buscaban nuevas experiencias y aventuras… En la actualidad se compara la situación de los jóvenes españoles con la de aquella generación que dio tanto de qué hablar.
El paro, la desigualdad y principalmente los recortes en el sector público son los causantes de la situación española, que hace que se muestre como un país sin oportunidades. Como advertían los datos publicados en 2011 por el FMI: “En casos extremos como el de España, casi uno de cada dos jóvenes trabajadores está sin empleo, incrementando el riesgo de una generación perdida«. Es decir que nosotros, los jóvenes, somos los que sufrimos las consecuencias de los errores de generaciones anteriores.
Es indudable que la denominada “generación y” posee ventajas frente a las anteriores en cuanto a conocimiento de idiomas, haber crecido en un ambiente de multirracialidad y el dominio de las nuevas tecnologías. Es bien sabido que mediante el uso responsable de Internet los jóvenes podemos cooperar, colaborar, aportar ideas, desarrollar proyectos innovadores… Que, en definitiva, nos aporta riqueza social y la posibilidad de conseguir cambios positivos. A pesar de eso, se prevé que nuestro nivel de vida será peor que el de nuestros padres. Desde 2007 se han destruido más de dos millones de empleos, de los cuales cinco de cada diez eran de menores de 35 años; la tasa de paro juvenil se sitúa actualmente en el 52,34%, según la Encuesta de Población Activa (EPA). Los jóvenes con alta formación no encuentran trabajos acordes con sus conocimientos y terminan ocupando un empleo para el que se necesita una capacitación menor de la que poseen.
¿Queda alguna otra posibilidad? Sí, emigrar.
En 2011 emigraron 52841 españoles para residir en el extranjero y según una encuesta realizada ese mismo año, el 67% de los jóvenes españoles quiere irse fuera del país en busca de una salida laboral digna. El motivo es obvio: otros países ofrecen mejores horizontes profesionales que España. Los jóvenes protagonizaremos la emigración española del s.XXI porque, desafortunadamente, el mercado laboral español no satisface nuestras expectativas.
El dicho “como en casa, en ningún sitio” pierde su sentido. Y es que resulta lógico: En España no hay empleo, en el extranjero, sí. Por lo tanto, ¿qué nos retiene aquí?
Hay múltiples opiniones sobre esta “fuga de cerebros”. Los hay que la consideran una pérdida para el país de origen. Otros consideran que si esos jóvenes regresan al país en el futuro y ejercen su profesión, aportan muchísimo: desarrollo, ciencia, tecnología, inteligencia, nuevos proyectos y otras formas de hacer las cosas.
Están claras las posibles consecuencias para el país de origen pero… ¿qué hay de los propios jóvenes? ¿Acaso no tenemos derecho a ser un poquito egoístas y pensar en lo que más nos conviene a nosotros como personas? Desde mi punto de vista emigrar al extranjero no aporta más que ventajas: es la excusa perfecta para conocer otros lugares, diferentes culturas e idiomas, ampliar nuestros horizontes y ser capaces de ver que hay todo un mundo de posibilidades más allá de nuestras fronteras.
No tiene sentido permanecer en un lugar que no te aporta lo que necesitas. La actual situación de la economía en España puede marcarnos para toda la vida. Tenemos que ser la generación del cambio, nos corresponde recuperar todo lo que nos han hecho perder.