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Antonio Arráez: «La supervivencia del vino está en manos de los jóvenes»

3 mayo, 2015 Cristina Castillo Soler Leave a Comment

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Antonio Arráez, enólogo y gerente de Bodegas Antonio Arráez, situadas en Fuente la Higuera, ha llevado a cabo una iniciativa con la cual ha conseguido dar un lavado de cara a la imagen y al contenido de esta familiar bodega. Gracias al  proyecto Mala Vida ha conseguido retratar ese impulso de modernidad e innovación que las nuevas generaciones están dando al sector. El futuro del vino depende de los jóvenes, eso es indudable. Pero también es suyo el presente.

Pregunta: ¿Cómo definiría el proyecto Mala Vida?
Respuesta: Es el nuevo proyecto de Bodegas Arráez. Es un paso hacia la modernización de nuestros vinos en cuanto al producto, su filosofía, su imagen y la forma de comunicarlo. La bodega  la fundó mi abuelo en los años 50, la continuó mi padre y  yo, que he estado estudiando  enología y trabajando en diferentes zonas, como la  Ribera del Duero, la he retomado desde  6 o 7 años.

P: Siendo la tercera generación de la familia que dirige esta bodega, ¿Por qué ha  decidido cambiar su filosofía?
R: Al principio, yo miraba, oía y callaba. Pero hace 5 años emprendimos el nuevo proyecto.  Cuando llegué, la edad media de la plantilla era de 65 años. Esta gente se ha ido jubilando  y hemos metido sangre nueva; hemos triplicado la plantilla y la edad media es de 35 años.  Seguimos siendo una bodega humilde que se auto financia con lo que va vendiendo, pero  contamos con muchas ideas para mejorar. Al tener un equipo tan joven, con muchas ganas y profunda energía tratamos de ir filtrando buenas ideas.

Mi bodega se había dedicado toda la vida al vino económico, el típico vino de menú.  Hacíamos hasta 5 millones de litros. Cuando llegué todo estaba de capa caída, en decadencia, con el agravante de la crisis. Al llegar yo, con las nuevas ideas y toda la experiencia que acumulaba mi padre, intentamos darle forma al nuevo proyecto. Estudiamos lo que estaba haciendo la competencia, los nichos de mercado que estaban libres, y nos dimos cuenta que no había muchas bodegas que estuviesen y estén pensando en que tenemos que formar y educar a la gente joven de cara al futuro del sector. Yo lo veía en Valencia, donde la gente automáticamente pide cerveza. Pensamos en que teníamos que encontrar la manera de hacer vinos para este tipo de público y transmitirlo.

P: ¿Y lo ha conseguido?
R: El proyecto define la idea que llevamos: atraer a gente joven y acabar con la imagen de seriedad del vino. Me da mucha rabia ir a cenar y que se pida cerveza sin preguntar la marca y que, si se pide vino, mis amigos me digan que elija yo que soy el único que sabe.

P: ¿Qué camino piensa seguir para garantizar el éxito de su bodega?
R: Vamos por la cuarta añada de Mala Vida. Estamos mejorando la calidad año tras año y prácticamente duplicando la producción. El crecimiento es bastante bueno pero con cabeza. No estamos acudiendo a cualquier distribuidor, a cualquier importador y a cualquier país. Estamos buscando cuál es el importador idóneo para nosotros, que entienda el proyecto, que se comprometa con este y que sepa vender los vinos como lo hacemos nosotros.

Somos una empresa familiar y queremos que así continúe. Afortunadamente, la bodega la pagó mi abuelo, y la reforma, mi padre. Por tanto, no tengo que añadirle sobreprecio a la botella para pagar una hipoteca. Poco a poco, paso a paso, estamos levantando este proyecto. Estamos en el inicio. A partir de este año vamos a iniciar elaboraciones de alta gama, vinos muy específicos, con variedades autóctonas, más serias y que acompañen a Mala Vida, que de momento es nuestro buque insignia y creo que lo va a seguir siendo por mucho tiempo.

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P:  ¿Qué aspecto del sector vinícola le resulta más llamativo?  
R: Hay un montón de vinos iguales. Hay un montón  de bodegas que  las hacen nuevas para  hacer más vinos iguales.  Y para bien o  para mal, nosotros queremos salir de ese montón  y hacer una cosa  diferente. Por imagen, por filosofía. Y que,    guste más o menos,  cuando alguien pruebe nuestro vino note  que es un poquito  diferente.

 P: Cuando toma las riendas de las Bodegas Arráez, estalla  la  crisis ¿Cómo ha afectado al sector
R: La crisis nos ha venido  bien. Todos los grandes inventos nacen de las crisis, porque hasta que no te pica no te rascas. Y ahora parece que todas las bodegas funcionan en la buena línea, en la de mirar al futuro, a nuestros consumidores.

P: ¿Cómo debe presentarse públicamente una empresa dedicada a la producción y venta de vino para resultar atractiva a los jóvenes?
R: Yo, por ejemplo, no concibo  ir a una feria de vinos con traje-chaqueta y corbata. Esa seriedad no atrae a los jóvenes. Y eso no quiere decir que en bodegas Arráez no seamos gente seria y responsable, pero dentro de nuestra filosofía. Hay mucha gente joven que viste como yo, que actúa como yo y que compartimos gustos, sensaciones y formas de vivir. ¿Por qué no aplicar todo eso al vino? Mala Vida es una buena opción.

P: La etiqueta del vino Mala Vida es muy llamativa y original ¿Cómo se construye esa imagen moderna?
R: En nuestro caso, el nombre del vino lo traía ya en mente desde antes de volver al negocio familiar. Lo tenía claro. Luego hablé con Francesca Della Croce, amiga que se encargó del diseño, y empezamos a maquinar en torno al nombre y el tipo de vino, hasta que sacamos la etiqueta, en una sola noche y delante de una botella de vino.

P: ¿Qué cambios cree que son necesarios para que los jóvenes se interesen más por el vino?
R: Primero, cambiar lo que ven en casa. Yo tengo un anuncio de televisión grabado en la memoria: el de un tío con barba y anteojos, con pinta de saber mucho, en el salón de su casa, sentado en un sillón orejero con una copa de balón y anunciando el vino no sé qué. Lo que transmitía aquello era mal rollo, sobre todo frente al siguiente anuncio, que era sobre una fiesta donde un tipo abrazado a una rubia y una morena metía la mano en un cubo de hielos para sacar una Heineken. ¿Un chico de 20 años qué va a elegir tras ver esos anuncios? La cerveza, está claro. Éste es el primer error que se ha cometido: todas las bodegas han trabajado en la misma dirección, en hacer vinos para gente  super entendida y super experta.  Se ha dado más importancia a hacer vinos que se puntúen muy altamente y que ni yo mismo soy capaz de terminar la botella aunque tenga delante un chuletón, que a hacer un vino que se pueda beber y disfrutar fácilmente.

Y en segundo lugar está la educación. Ni en institutos ni en universidades ni en organismos oficiales se educa a los jóvenes sobre el vino. Recuerdo una campaña anti botellón en Valencia que giraba en torno a una botella de vino… ¡qué me digan a mí cuántas botellas de vino hay en un botellón! No se ha formado a la gente joven. Y la primera culpa es de las bodegas.

P: ¿Qué imagen cree que tienen las nuevas generaciones sobre el vino?
R: La gente joven se asusta  con el vino, sobre todo a la hora de pedirlo. Porque hay  tanta parafernalia en torno al vino que asusta. Eso es lo que intento cambiar, pues la supervivencia del vino está en manos de los jóvenes.

P: ¿Cómo se elaboran los vinos de su bodega?
R: Siempre hemos trabajado con uva propia y uva de la zona. Cuando llegué las instalaciones estaban muy obsoletas. Y lo que hicimos es firmar contratos con varias cooperativas y bodegas de la zona, controlando nosotros las producciones y luego en nuestra bodega realizar las crianzas, las estabilizaciones, las filtraciones y el embotellado. Trabajamos sobre todo con tempranillo y monastrell, aunque hay pequeñas partidas de malvasía, macabeo, verdil o cabernet sauvignon. E incluso hemos elaborado un blanc de noir con monastrell, un blanco a partir de uva tinta monastrell. Quizás hayamos sido los primeros en hacerlo.

P: ¿Qué distingue a los vinos de Bodegas Arráez de otros vinos?
R: Son vinos super bebibles, con una intensidad aromática alta, con un punto de  complejidad. Buscamos un equilibrio. Mucha fruta, un punto goloso, fáciles de beber  y con un tanino muy pulido. Intentamos que en una cena, en lugar de una botella,  te bebas dos.

Son vinos que entran muy fácilmente y que están pensados para gente normal.

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Filed Under: Entrevist@ndoTagged With: Bodega, familia, negocio familiar, tradición, Vino

Cristina Castillo Soler

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